
Yo lo espiaba al pasar. Estaba quietito en la penumbra, mirando el techo y pellizcándose el labio inferior. Ese gesto es un claro indicador del influjo de los genes, ya que tengo la misma costumbre cuando estoy pensativa y, evidentemente, el petizo la heredó.
En una de mis pasadas escuché que me llamaba...
-Abuela, vení.
Me asomé a la pieza a ver qué sucedía.
-Sentate acá, charlemos- dijo indicando con la manito el borde de la cama para que me sentara.
-Tengo miedo- me dijo muy serio.
-¿Miedo? ¿De qué?
-Es que tengo pesadillas, sueño con monstruos.
-Bueno, pero son sueños nada más. Sabés bien que eso no existe en realidad, es sólo como una peli en tu cabecita.
-Sí, pero igual me da miedo a la noche.
-¿Sabés? Cuando yo era chiquita también tenía pesadillas.
-¿Sí?
-Sí, soñaba que me perseguían dinosaurios para comerme, y eso me daba mucho miedo también. Pero mi papá me explicó que no tenía que tener miedo porque era sólo un sueño...
-Y..., claro, es que cuando vos eras chiquita cayó un meteorito y todos los dinosaurios se murieron...

Sin palabras... (¡todavía no puedo parar de reir!)