miércoles, 18 de diciembre de 2013

Tarde de helados y placita

Que pocas y simples cosas son necesarias
para descubrir la felicidad
en un breve momento juntas,
un helado,
una caminata de la mano,
y sentarme en la "placita cerrada de los niños"
a verte jugar.
Los auriculares en los oídos,
la música que se desgrana,
la brisa que me despeina
y mi pequeña...

Alejo

Ya no necesito inclinarme para hablarte,

tus ojos están a la misma altura que los míos...

(aunque no hace falta mucho esfuerzo
para llegar a eso)

mi muchachito...

¡cuánto has crecido!

Arrorró

En la penumbra de la habitación se insinúa
su cabecita reclinada sobre mi hombro, 
su manito jugando con mis dedos...
- Cantame, me dice.
Y le canto...
Y de pronto ya no es mi habitación,
ya no es mi cama,
y la voz que me llega a través de los años
es la de la abuela Rosa...
"Hay santa María,
¿porqué llora el Niño?
Por una manzana
que se le ha perdido.
Véngase a mi casa,
yo le daré dos,
una para el Niño
y otra para vos"...


lunes, 8 de marzo de 2010

Cuatro palabras



















Fin del día. Cae la tarde. El último tramo y la puerta se abre. Entro y la empujo como queriendo dejar afuera la urgencia, la prisa, el desborde de un mundo enloquecido, el tropel desbocado de mil personas anónimas que ni siquiera me rozan y para las cuales soy también un anónimo ser invisible. La jornada pesa, el cansancio en la espalda, las piernas protestan... Abandono los zapatos por el camino, el sillón me recibe con un suspiro. Cierro los ojos.
Sus pasos son leves como huellas de hada sobre la nieve. Se detiene frente a mí y ya siento que está allí aún antes de abrir los ojos. La miro. Sonríe mientras se trepa sobre mis rodillas. Sus brazos suaves y frescos rodean mi cuello. "Te amo mucho, nona". Ha salido el sol.

lunes, 28 de septiembre de 2009

De Alejo y los dinosaurios

Acabábamos de cenar y, mientras trajinaba en la cocina, Alejo ya se había acostado en la camita que habíamos armado en mi habitación.

Yo lo espiaba al pasar. Estaba quietito en la penumbra, mirando el techo y pellizcándose el labio inferior. Ese gesto es un claro indicador del influjo de los genes, ya que tengo la misma costumbre cuando estoy pensativa y, evidentemente, el petizo la heredó.

En una de mis pasadas escuché que me llamaba...

-Abuela, vení.

Me asomé a la pieza a ver qué sucedía.

-Sentate acá, charlemos- dijo indicando con la manito el borde de la cama para que me sentara.

-Tengo miedo- me dijo muy serio.

-¿Miedo? ¿De qué?

-Es que tengo pesadillas, sueño con monstruos.

-Bueno, pero son sueños nada más. Sabés bien que eso no existe en realidad, es sólo como una peli en tu cabecita.

-Sí, pero igual me da miedo a la noche.

-¿Sabés? Cuando yo era chiquita también tenía pesadillas.

-¿Sí?

-Sí, soñaba que me perseguían dinosaurios para comerme, y eso me daba mucho miedo también. Pero mi papá me explicó que no tenía que tener miedo porque era sólo un sueño...

-Y..., claro, es que cuando vos eras chiquita cayó un meteorito y todos los dinosaurios se murieron...


Sin palabras... (¡todavía no puedo parar de reir!)

De ahora en más


Este texto, enviado por Myriam con motivo de mi cumpleaños, es toda una declaración de propósito a la cual adhiero.

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domingo, 27 de septiembre de 2009

Hoy

















Hoy


es el primer día


del resto


de mi vida...